viernes, 22 de septiembre de 2017

La evidencia de lo incontrovertible.

Uno de los pocos hechos incuestionables en nuestra vida es la muerte. Independientemente de si creemos en una vida más allá, o una gran conciencia que define una continuidad en la que está nuestra existencia, o neguemos algo más allá de nuestro fin físico, la muerte nos llega a todos.
Esta realidad incuestionable, cuando realmente se asume, nos baja a la tierra. La persona se vuelve más humilde y se despoja de vanidades para centrarse en lo más importante: ser feliz, hacer felices a los demás, vivir el momento, abandonar luchas yermas, etc.

En este sentido deberíamos orientarnos. No en nuestra prosperidad crematística o nuestro escalafón social, no en sublimar las carencias de otros o reproducir objetivos que nos encadenan y nos son ajenos, sino en ser nosotros en el todo del que formamos parte, en la dicha, en las cosas naturales y en lo simple.


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