jueves, 30 de julio de 2020

Uno entre nosotros.

Nuestra sociedad prioriza el éxito como garante de la voracidad. De esta forma entiende que alcanzar logros es un motor de crecimiento. Hay varios problemas en este planteamiento:

1.     El crecimiento indefinido es absurdo. No solo no existe, sino que es insostenible para la Naturaleza.
2.     Enfocar la vida a la consecución de logros es entenderla como un medio y no un fin en sí mismo. Por lo tanto, nunca se tiene lo bastante, puesto que el logro no reconfigura la definición que se hace de la vida misma.
3.     Al tratarse de una definición social, el éxito es alienante.

El éxito se entiende como la antítesis de la derrota, pero igualmente se extiende a una definición de la persona y, si la tomamos en su conjunto, es materialmente imposible lograr el éxito en los múltiples aspectos de un ser humano e incluso, por razones biológicas y del entorno, mantener el nivel de logros alto durante mucho tiempo.
De la misma forma, el fracaso rotundo es muy raro e infrecuente y no dura mucho tiempo.
Lo que queda es un territorio medio en el que nos asemejamos todos, incluso los que brillan durante un tiempo en alguno de las múltiples facetas de la humanidad.




martes, 14 de julio de 2020

El gimnasio más grande del mundo.

La reprogramación subconsciente precisa que las nuevas formulaciones se afirmen a través de la acción y la interacción, generando nuevos circuitos de pensamiento y hábitos racionales y emocionales. Ello conlleva tiempo, esto es, una vez aceptada la nueva creencia, esta precisa integrarse en la mente habitual (ganglios basales) y en nuestra redefinición del entorno. 
Ese vacío es a lo que más aversión tiene nuestra mente porque ella es, a fin de cuentas, una herramienta adaptativa que necesita configurar, como se indica en la PNL, un mapa del mundo sin el cual nos sería imposible caminar. 
Aquí, en ese vacío, entra nuestra voluntad consciente y nuestra toma de conciencia diaria. Efectivamente, se trata de un plan de acción y un awareness frecuente que un día se revelarán innecesarios al alcanzar la integración definitiva.


jueves, 2 de julio de 2020

El precio de vivir.


Es bien conocido por todos el dicho que reza que todo tiene un precio. Su obviedad radica en la capacidad de elegir: en una encrucijada, grande o pequeña, nuestra elección comporta desechar opciones y provocar una reacción en nosotros y en el entorno. No obstante, el mero hecho de estar vivos y, por tanto, sentir la vida con sus satisfacciones, emociones o belleza, implica aceptar en ella su lado inevitable de dolor, pérdidas, molestias o frustración.
En este contexto dicotómico (yin-yang) y de acción-reacción (karma) nos encontramos en la ineludible obligación de adaptarnos. Ya vimos en el blog que somos en un entorno y todo cambia constantemente. No basta, pues, con aceptar el pago del precio de vivir, sino que es necesario adaptarnos constantemente dejando de lado las ortodoxias de nuestra personalidad que, si bien nos ayuda a vivir, busca por otro lado perpetuarse de una forma inflexible.
Liberarse, pues, de las creencias que nos limitan nos ayuda a adaptarnos y a aceptar la vida.