Nuestra personalidad puede asemejarse a un software. Al menos para entender una complejidad de procesos y programas que ocurren bajo la fachada de unos comportamientos, actitudes o rasgos. Al igual que cualquier sistema operativo, nuestra personalidad nos muestra un escritorio, unos programas, un administrador de tareas, etc.
Cuando nuestra personalidad nos daña podríamos hablar de un fallo del software (un virus, troyano, bug o cualquier otra circunstancia). Aplicamos programas como antivirus, limpiadores de caché, desfragmentadores sin resultado. Ahora imaginemos que somos avezados programadores y que entramos en el software del sistema operativo, vemos esa lista de comandos que lo conforman, detectamos el problema y lo solucionamos. Lo mismo puede aplicarse a esa parte de nuestra personalidad que nos hace sufrir.
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