En su libro "Adictos a la Infelicidad", Martha Heineman Pieper y William J. Pieper nos proponen una fácil solución a este aparente sinsentido: suponemos que los comportamientos que nos hacen infelices nos resultan provechosos porque de niños asumimos, vivimos o aprendimos que era una manera de ser que nos proporcionaba felicidad. Un ejemplo bastante gráfico es el del adulto que sufre por su perfeccionismo. ¿Por qué identifica esta neurosis con felicidad? Porque de niño -tal es el ejemplo, que no la explicación universal- aprendió que obtener cada vez mejores resultados era la única manera de recibir cariño y respeto de sus padres y no obtenerlos significaba desprecio y frialdad.
El corolario de todos estos comportamientos es que hay unos conflictos que nos llevaron a identificar sufrimiento con felicidad.
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