Tenemos bien asumido, patente o latentemente, la diferencia entre Mito y Logos, lo mágico y lo racional, tanto de una forma diacrónica (evolución de la explicación del hombre sobre el Universo y él mismo) como sincrónica (la manera en cómo nosotros y nuestros semejantes encaran la comprensión de ellos mismos y el mundo). Consideramos, con toda la razón, que lógicamente comprendemos de forma válida, fiable, solvente y universal gran parte del todo y que, de la misma forma, avanzaremos en el entendimiento de aquello que aún ignoramos o bosquejamos. Aún así, nos encontramos con la imposibilidad de imponernos, guiarnos o superar de forma práctica nuestras pulsiones, miedos, impulsos, bloqueos, etcétera. Aunque lógicamente nos digamos que no son más que fantasías, errores o cosas absurdas, a la hora de la verdad no podemos racionalmente con ello. El subconsciente, como hemos ido viendo a lo largo del blog, nos rige de manera muy mayoritaria y para él las afirmaciones que ha interiorizado, por absurdas que sean, tienen marchamo de realidad indiscutible. Es la realidad del pensamiento mágico.
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