Ser capaz de conocerse a uno mismo es una auténtica revelación. Pero dicho conocimiento no conlleva la comprehensión de algo estático o absoluto, es decir, no estamos comprendiendo un concepto o un hecho. La comprensión de nosotros mismo es conocer algo abierto, inacabado y dinámico, es conocer cómo pensamos, por qué sentimos lo que sentimos, hacia dónde nos dirigimos, cuál es nuestro vínculo con el entorno, cómo actúa en nosotros la sociedad, la historia y la intrahistoria ...
Por tanto se trata de una labor de insight en la que prestamos atención a sentimientos, sensaciones y pensamientos, en la que reflexionamos metacognitivamente y encontramos mecanismos y realidades propias y comunes a todos los seres humanos. Este conocimiento racional, físico y emocional nos concede gran sabiduría y nos puede llevar incluso a ser guía de otros.
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