Nuestras creencias se traducen en un sistema de hábitos que nos definen y, a la vez, configuran el mundo. Estos hábitos refuerzan nuestras creencias; nos enseñan lo que queremos ver. A partir de aquí, el trabajo que hagamos para corregir nuestras creencias inconscientes se traducirá en un cambio de hábitos. En general no podemos cambiar conscientemente todo lo que es inconsciente. Sería una labor titánica y casi imposible. Pero cambiar un hábito, por pequeño y fácil de corregir que sea, introducirá un retoque, mayor o menor, a todo nuestro sistema de creencias sobre nosotros y el mundo y será un refuerzo al cambio en el incosciente, una gran motivación que mejorará nuestro autoconcepto.
Un ejemplo gráfico será aquella persona que tiene ataques de ira. Los motivos inconscientes están ahí y deben ser tratados en tal contexto, pero ser capaz de aguantar por lo menos unos segundos la ira reforzará tales cambios, hará que dicha persona se vea más fuerte y estará más motivada.
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