El sentido fatalista de la aceptación, de dejarse llevar, choca frontalmente con la mismísima evolución, el cambio constante de la vida y nuestra propia naturaleza, plasticidad y adaptabilidad. Precisamente aquí hablaríamos más de esplín (como queda poéticamente expresado en la obra de Dead Can Dance "Spleen and Ideal") que de aceptación.
Lejos, pues, del esplín, la aceptación de nuestra naturaleza, nuestro propósito y nuestra adaptabilidad, de los demás y del mundo, nos ayuda a armonizarnos enteramente con el entorno, nosotros mismos e, incluso, nuestra especie.
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