Nuestra sociedad prioriza el éxito como garante de la voracidad. De esta forma entiende que alcanzar logros es un motor de crecimiento. Hay varios problemas en este planteamiento:
1. El crecimiento indefinido es absurdo. No solo no existe, sino que es insostenible para la Naturaleza.
2. Enfocar la vida a la consecución de logros es entenderla como un medio y no un fin en sí mismo. Por lo tanto, nunca se tiene lo bastante, puesto que el logro no reconfigura la definición que se hace de la vida misma.
3. Al tratarse de una definición social, el éxito es alienante.
El éxito se entiende como la antítesis de la derrota, pero igualmente se extiende a una definición de la persona y, si la tomamos en su conjunto, es materialmente imposible lograr el éxito en los múltiples aspectos de un ser humano e incluso, por razones biológicas y del entorno, mantener el nivel de logros alto durante mucho tiempo.
De la misma forma, el fracaso rotundo es muy raro e infrecuente y no dura mucho tiempo.
Lo que queda es un territorio medio en el que nos asemejamos todos, incluso los que brillan durante un tiempo en alguno de las múltiples facetas de la humanidad.