domingo, 1 de marzo de 2020

Una rendición incondicional.

En el artículo de El Ideal del pasado 9 de febrero "Antes íbamos a la huelga, ahora vamos al médico a por ansiolíticos" se expone un problema psicológico de primer orden en nuestra sociedad: el abuso de ansiolíticos. Los efectos secundarios importantes de estas medicaciones, el efecto devastador que sobre la resiliencia tienen y la dependencia severa que generan, multiplican el problema. El artículo redunda en la culpabilización que desde el poder se ha ejercido sobre el trabajador por la crisis, una coartada absurda que se ha asumido irracionalmente como verdad y, sobre todo, la inmediatez. Pero dicha inmediatez hace referencia a un problema mucho mayor: no querer enfrentarse a aquello que está larvado en nosotros.


No podemos exonerarnos del primer y más básico deber de nuestra vida: nosotros mismos. Debemos enfocar cuáles son nuestras creencias dañinas, trabajar sobre ellas y tener un enfoque armónico del mundo y nosotros mismos. Y, curiosamente, dicho trabajo, que siempre aporta beneficios, está conectado con la fuerza para negarnos a asumir culpas ajenas y a oponernos coherentemente a cualquier injusticia grave y manifiesta.

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