A la hora de afrontar el método esbozado en líneas generales podemos encontrarnos con algunos obstáculos que, aun siendo secundarios, pueden ser considerados de cierta relevancia.
El primero de ellos hace referencia a efectos concomitantes, ya sean posturales (incomodidad, molestias...), contextuales (ruido, temperatura...) o fisiológicos (con un paralelismo a lo ya tratado en el apartado de las descargas autógenas). Ante estos óbices la respuesta es bien sencilla, puesto que -como quedó patente en la exposición de las líneas metódicas- no hay una postura única, sino una línea actitudinal que debe corresponderse con la postura, abriéndose el abanico a aquello que el practicante considere oportuno. Esto es, debe ser personalizado y nadie mejor que cada cual para hacerlo.
El segundo hace referencia a la distracción en la formulación de los propósitos, sea por perder el hilo o porque la sensación de integración tarde en aparecer. En el primero de los casos no hay mayor problema, puesto que -como ya quedó expuesto- el propósito debe ser formulado al estilo de un mantra y, por tanto, si la atención se nos va volvemos a él cuando nos demos cuenta, sin forzar de ninguna manera. En el segundo apartado, puede ser útil hacer una pequeña parada de unos segundos en la formulación del propósito, sea por descansar o por revelar la sensación de integración que puede aparecer tenuemente.
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