En este sentido, las diferentes circunstancias que nos acontecen de forma propia o en nuestro entorno nos marcan y nos hacen distintos y ese renacer o -en un sentido más poético- reencarnar, es la configuración de un nuevo ser, hijo del que antes fue. La visión de la vida de ese nuevo ser condiciona su realidad, en cuanto a que lo que vemos es más pensado que percibido y a que condiciona nuestras interacciones.
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