A veces caemos, a través de los sesgos cognitivos, en atribuir valores y características a personas que no conocemos suficientemente. En realidad existe en esto un proceso de proyección en el que extraemos de nosotros aquello que vemos en el otro. Esto nos orienta hacia un camino de vuelta a nuestra excelencia como seres vivos, simplemente por nuestra esencia y no por un egreso mensurable. Por ello, estas personas a las que atribuimos lo que no somos se convierte en nuestros guías improvisados.
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