El alivio no es deshacerse de un fardo, aunque este hecho, por sí mismo, es catártico. Cuando arrastramos un dolor derivado de nuestra programación, como una penitencia por pecados ajenos, superarlo por las experiencias, el paso del tiempo o la reprogramación, supone un descanso. Pero esta victoria va más allá aún. Obtenemos la fuerza de la propia superación, el aprendizaje del mecanismo de mejora y la fe en nuestra resiliencia, siempre tan necesaria. No obstante, y ahondando más, hay una enseñanza en el mismo peso que hemos arrastrado: nuestra habilidad para soportar y adaptarnos a situaciones que no podemos, en un momento dado, derrotar, demostrándonos una fuerza insospechada. Citando la canción "Spirit" de los Dead Can Dance: "El espíritu de la vida es la voluntad de perseverar". Así el mismo fardo se convierte en una recompensa disfrazada.