A lo largo del curso del blog la resiliencia ha estado muy presente. Podemos entenderla como la capacidad de la persona para recuperarse de situaciones estresantes o difíciles (de derrota, pérdida, frustración ...) o, dicho de una manera más literaria, de levantarse cuando se cae. Ello implica, no solo volver a ser el que fuimos, sino incluso mejorar a través de las crisis vividas.
La reforma del subconsciente nos permite llegar a una programación más equilibrada, optimizadora y sanadora, pero no es suficiente si no tenemos un sentido consciente, unas coordenadas axiológicas o, como quedó patente en la entrada dedicada a Viktor Frankl, un sentido o propósito.
En el mundo laboral actual estamos en una encrucijada manifiesta: se extienden en el mundo los trabajos basura, la explotación laboral, la eventualidad y la cosificación. No solo es así, sino que la estructura general de la sociedad, a través de su articulación en función de la competitividad, hace que desde los medios de comunicación (mayoritariamente controlados por grandes corporaciones) y los gobiernos se lleve a la humanidad, a través de la formación de valores psicopatoides, a ese estado cainita que hemos descrito. En ese orden de cosas la resiliencia es pervertida para lograr inculcar al trabajador que su ser entero adquiere valor en cuanto a su rendimiento, eficacia y eficiencia en la maquinaria laboral, y , sobre todo, en cuanto a su capacidad de aceptar condiciones laborales infrahumanas y alienantes. De esta forma se logra pervertir su sentido real.
Por ello, es necesario tener las coordenadas axiológicas a las que antes me refería, ya que, en caso contrario, podemos ir moldeándonos contra nosotros mismos.
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