Encontrar los propios sueños no es solo un acto de autenticidad y congruencia, sino que además es una manera de conocernos. En efecto, el sentimiento y la sensación producida por la evocación de ese fin nos recuerda que, al menos, parte de él ya está en nosotros, aunque si bien no ha llegado su aspecto más material y fácilmente reconocible.
Lamentablemente, conocer, sentir y seguir los propios sueños es algo inversamente proporcional a la alienación, el vivir como otro y aceptar los valores de ese otro. En una sociedad como la nuestra, con el marchamo y la impronta de la publicidad, la docilidad, el consumismo y los valores ajenos, andamos a pasos agigantados hacia vivir según unos estereotipos que nos alejan hasta tal punto de nosotros mismos, que nos imposibilitan sentir los sueños y los fines que sentiríamos como propios. Estos son sustituidos por objetivos adocenantes como el culto al dinero, al ego o a la imagen estandarizada y llegan a constituirse como un norte equívoco a nuestra vida, un camino que no es el nuestro y que, obviamente, nos aleja cada día más de nosotros mismos, nuestra realización, armonía, autenticidad y congruencia. Es tener en nosotros a ese otro una posesión que es el culmen de la alienación.
Debemos ser, por todo lo anteriormente expuesto, valientes para encontrar nuestros sueños y sentir que parte de ellos ya está en nosotros. Debemos tener el coraje de aceptar esa libertad.