La insistencia de Adler en la teleología de nuestro comportamiento y no en su etiología es una buena pista para formular propósitos. En efecto, para él no se trata de ver cuál es el origen de lo que hacemos y de nuestro sufrimiento, sino de ver para qué sirve y qué obtenemos de ello.
Aun estando encuadrado en una visión simplista de la psique humana, esta idea nos puede ser útil a la hora de formular los propósitos. Viendo lo que queremos obtener a través de aquellos pensamientos y sensaciones que nos afectan, podemos buscar obtener el mismo efecto a través de creencias constructivas.
Así, por ejemplo, si detrás de nuestros pensamientos iracundos anida la voluntad de obtener una satisfacción en el comportamiento ajeno acorde a sentirnos valorados, podemos reformular esta creencia sintiéndonos ya valiosos por el hecho simple, y a la par grandioso, de ser seres humanos.