Decir que cada persona es un mundo lejos de ser un chascarrillo es una afirmación incontestable y de hondas implicaciones. La carga genética, el contexto en el que hemos crecido y, por tanto, nuestras creencias, determinan una multitud de combinaciones posibles. Si a esto se añade la propiocepción y la dominancia hemisférica nos encontramos con un elenco inmenso de casos en los que, si bien encontramos patrones comunes, existen muchísimas soluciones para el desarrollo personal, alcanzar una vida feliz y obtener serenidad.
Indudablemente la clave es explorar, identificar y perfeccionar aquello que nos da la fuerza y la calma para vivir una vida plena y ser, en definitiva, nuestra unicidad en el Universo.