Es de todos conocido el efecto placebo, pero no está del todo divulgada la extensión que dicho fenómeno entraña. La asunción de que la creencia en que una sustancia inocua puede sanar o mitigar una enfermedad o dolencia conlleva plantearnos la extensión del concepto cotidiano de mente. La ciencia admite tal fenómeno, pero es cuidadosa a la hora de asumir este efecto de modo aislado, sin contar con la mentalidad, ánimo, circunstancias concomitantes, etcétera.
En una línea muy parecida al efecto placebo podemos hablar de la hipnosis terapéutica, per se o como instrumento.
Extendiendo todo lo mencionado podemos hablar del efecto nocebo, esto es, una idea que realiza una acción similar al efecto placebo, tanto sanando como enfermando. Y esto sí que está más presente, no sin razón, en el acervo popular. En efecto, los pensamientos estresantes, mayoritariamente de naturaleza subconsciente, provocan un efecto devastador en el organismo y, sin lugar a dudas, pensamientos de contenido opuesto pueden provocar un efecto contrario.
Habría un tercer fenómeno que no quisiera dejar de mencionar y es el de la remisión espontánea. Se entiende por tal la curación inexplicable de una enfermedad, por lo general de índole grave, no atribuible al tratamiento o la propia evolución de la dolencia. Es algo harto infrecuente y en lo que concurren posiblemente una panoplia de factores que imposibilitan hacer afirmaciones categóricas científicamente hablando.
El efecto placebo, el nocebo y la remisión espontánea nos dibujan un escenario en el que podemos caer en la tentación de atribuir a la mente un poder omnímodo en el resto del organismo. Realmente existen métodos -aparte del tratado en este blog- que nos inducen a pensar en esta posibilidad, pero la prudencia nos aconseja vivamente no dejarnos seducir por algo tan arriesgado, y sí asumir que podemos adquirir una buena actitud hacia todo lo que nos venga gracias a ellos.